martes, 15 de noviembre de 2011

"Sedom. Indebidamente tuyo"

La semana pasada entré en la página web de Casa Sefarad, en busca de algun evento interesante y de repente vi un título que me llamó la atención: la presentación del libro "Sedom. Indevidamente tuyo" de Marisa Rubio. Busqué información y terminé llegando a la pagina web del libro donde pude leer el primer capítulo y en ese mismo instante supe que quería acompañar a Andrzej y a Yoel en su aventura, que en pocas páginas su historia, en cierto modo, la había hecho mía, porque con tan solo leer la primera página yo también había caído rendido bajo los encantos de Yoel y me había fascinado la fuerza de aquel amor que se antojaba prohibido, indebido por la época. Tras finalizar la lectura del primer capítulo, supe que aquél libro tenía que ser mío.
Dudé, debido a la carga lectiva de la universidad, pues sabía que el libro me engancharía y hasta que terminara de leerlo no haría más que eso, leerlo. Pero finalmente me concedí el capricho y me dirigí a la librería Berkana a comprarlo.

Empecé a leer, y cuantas más páginas leía más me adentraba en la historia, más me sentía como si yo estuviera allí, compartiendo en secreto su amor, sus miedos, sus temores, su dolor y sus ilusiones. No podía evitar emocionarme con ciertos fragmentos que conseguían robarme unas pocas lágrimas furtivas. Y la historia avanzaba y yo cada vez me dejaba llevar más por ella, sintiéndome como aquél niño que se sumergía en los libros y se iba a mundos lejanos sintiéndo una inmensa pena cuando el libro terminanba y tenía que volver a la realidad, un sentimiento que no tenía desde hacía años. Poco a poco yo también me enamoraba de Yoel, o quizás era más esa sensación de compañerismo, pues me sentía identificado con aquél chico que prefería leer a jugar al fútbol y con el que sus compañeros se metían en alguna ocasión. Parece mentira que, a pesar de estar hablando de que mi infancia fue en los noventa, sufriera algo parecido a alguien que la "vivió" en los años treinta. Dejándo ésto a un lado me dejé envolver por el amor que sentían el uno por el otro, y me fascinaba ver como, a pesar de lo surrealista de la situación, es amor, tan fuerte, tan profundo, les ayudaba a mantenerse cuerdos en un mundo invadido por la locura. Llegándome a sentir parte de la historia, cómplice de ese amor, y agradecido porque Andrzej y Yoel compartieran conmigo ese secreto que, al descubrirlo, lo había hecho también mío. Me sentía como si estuviera allí en la carbonera viéndolos bailar su danza de la muerte, su último vals triste, aquél con el que ellos, en el fondo, sabían que se decían adiós, me sentí parte de su intimidad y me emocioné con uno de los momentos más bonitos del libro y después, lloré. Intenté retener las lágrimas, pero las compuertas se abrieron y ya no pude hacer nada. Lloré por Yoel, por Andrzej, por su separación, lloré por Hannah e Isaac, lloré por Gadith que juró mantenerse en vida hasta devolver la pluma a su propietario, pero sobretodo, lloré por aquél amor que a pesar de la ausencia y la soledad, seguía vivo, tan vivo como había estado a pesar de los muros que se levantaron en un vago intento de apagarlo y que no habían logrado contener.

Mi más sincera enhorabuena a Marisa Rubio, por un libro lleno de realidad, de sentimientos y emociones, un libro que me ha emocionado como nunca un libro lo había hecho y que pasa a ser uno de mis tesoros más preciados. Le agradezco haberme presentado a Yoel y a Andrzej, y todos a los que conocían, haberme regalado su historia tan secreta, tan prohíbida, tan llena de amor...
Como Yoel, yo algún día quiero ser escritor, escribir un libro y poder hacer sentir a los demás. Mientras tanto, en soledad, he creado los muros de mi própia Sedom, con la esperanza de que algún día pueda compartirlos con mi Yoel o mi Andrzej...