lunes, 25 de octubre de 2010

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Perdonad la "desaparición" pero últimamente he estado muy liado con el tema de la matrícula y el inicio de las clases, es decir, con mi cambio de vida.
Hace unos días terminé el libro que estaba leyendo: "Middlesex" de Jeffrey Eugenides.
Estoy en una etapa completamente distinta, en la que prefiero tomar un café con los amigos o unas cañas a salir de fiesta y emborracharme, en el que la que el número de amantes ha descendido a cero, y yo me preguntaba el porqué de éste cambio. Deduje que se produjo en el momento en el que, por decirlo de alguna manera, senté la cabeza y afronté mi futuro de una forma más madura y práctica, decidiendo empezar una carrera que me pueda proporcionar un futuro estable y "aparcando", en cierto modo, mi profesión actual.
Pero leyendo el libro, encontré un fragmento con el que me sentí profundamente identificado, os lo cito a continuación:

"Así son las cosas en la adolescencia. Se experimenta a oscuras. Se cogen borracheras o se coloca uno con marihuana y luego se improvisa. ¿Hay que recordar los asientos traseros de los coches, las tiendas de campaña en los campamentos juveniles, las fiestas en la playa alrededor del fuego? ¿Acaso  no se ha encontrado alguien, sin admitirlo, enredado con su mejor amigo? ¿O en la cama del dormitorio estudiantil con dos personas en vez de una, mientras Bach sonaba en un tocadiscos pasado de moda, orquestando la fuga? Porque, en cualquier caso, la práctica temprana de la sexualidad es una especie de fuga. Antes de que se instale la rutina o el amor. En esta etapa en el que el manoseo es anónimo más que otra cosa. Sexualidad de parque infantil. Empieza a los trece o catorce años y dura hasta los veinte o veintiuno. En el fondo se trata de aprender a compartir. A aprender a que otros jueguen con los juguetes de uno."

MIDDLESEX, Jeffrey Eugenides.

Y en ese momento me di cuenta de una cosa... Había cumplido veintidós años. Entonces me pregunté si realmente era cierto.  ¿Es verdad que pasada la adolescencia, pasada esa etapa de experimentación sexual, de experimentar con el cuerpo de otros y con el de uno mismo todo cambia? ¿Llega ese momento, al cumplir cierta edad, en la que ya no queremos que los demás jueguen con nuestros juguetes si no que sea la persona indicada quién lo haga? Según éste texto y mi propia experiencia si. Llega un momento en que dejamos atrás esa etapa de experimentación sexual y abandonamos las relaciones anónima,s para aventurarnos en esa complicada búsqueda de ese alguien que nos complemente, nos adentramos en el peligroso tablero del juego del amor, un juego que se empeñan en hacernos creer que siempre ganamos y vivimos felices y comemos perdices, pero la vida se encarga de demostrar, quizás demasiado rápido, que ésto no es así. Quizás por eso seguimos distintos pasos, primero jugamos con el sexo, experimentamos con él y descubrimos un mundo nuevo, pero luego como humanos que somos, no tenemos suficiente y empezamos a buscar aquello que nos hace ser distintos a los animales, empezamos a buscar el amor, en un momento en el que ya somos más adultos y somos capaces de poder soportar los golpes que éste se prepara a dar a nuestro pequeño y frágil corazón. Al fin y al cabo, nos quitamos la venda de los ojos, pero seguimos sumidos en la más profunda oscuridad...